domingo, 2 de mayo de 2010

macri recuperó la alegría gracias a juliana




Era hora porque venía todo mal.
Es que gobernar la ciudad de la capital argentina no es nada fácil.
Con tanta gente y con tantos problemas ahí no hay tiempo que alcance.
Dos horas diarias son insuficientes.
Encima con el 60 por ciento de los porteños que tienen una mala imágen de uno se hace más complicado.
Con tantas caras de amargados a lado mio: Rodriguez Larreta, Ciro James, Montenegro...
Gracias Juliana por devolver la alegría.
Juliana, una piba de barrio.

un día de furias del grupo a





El miércoles en el salón de los Pasos Perdidos, fue.
Pero los que estaban perdidos en realidad eran algunos legisladores del Grupo A que se les había escapado otra vez una sesión.
La capacidad de conducción de ese grupo brillaba por su ausencia.
La crispación había inundado todos los rincones de la cámara de diputados. Como cuando alguien patea un hormiguero.
Ya se había retirado de la escena Patricia Bulrich en busca de mejor prensa.
Y ahí, Elisa Carca y Fernanda Gil Lozano, con los ojos desorbitados comenzaron a descargar su frustración con un movilero del canal público, Fernando Frasquelli.

-"...por que no informas la verdad, alguna vez, deja de mentir...", lo sacudían de los brazos al pobre muchacho que las miraba con cierto desconcierto.
Dos grupos de periodistas alineados desproporcionadamente.
Uno, un sector de medio centenar donde acudían los del Grupo A y el otro, Fernando en la soledad.
Y desde un costado de la escena se pudo escuchar en medio del bochinche:

-"Si esto lo hiciera algún legislador oficialista lo acusarían de estar apretando a la prensa, de presionar sobre la libertad de expresión..."

La miraron de arriba a abajo. ¿Quién era esta desconocida impertinente que se animaba a interpelarlas, a ellas, alumnas de Lilita, custodia de la República??.
"Yo soy Anita Montanaro, bloguera, argentina, y lo que ustedes están haciendo es una apretada a la prensa".

En ese lugar de los Pasos Perdidos, al menos, se hizo silencio. Por un instante.
Por un instante nadie supo qué hacer o decir.

Luego el hormiguero siguió con su rutina de desaciertos y crispación diaria.