Recuerdo que nos habíamos quedado el día anterior en la casa de un compañero de Avellaneda, integrantes de aquella juventud peronista, para comenzar la caminata hacia el Aeropuerto de Ezeiza y el gobierno de la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse había suspendido todos los transportes.
Alrededor de las 5 de la mañana, en ese momento los cuatro del grupo, salimos a la calle que la lluvia la convertía en más oscura.
A las 15 cuadras ya se conformó un grupo de medio centenar de personas. Casi sin darnos cuenta se construyó una multitud con termos, mates y banderas improvisadas, con pocos cánticos y la marcha peronista que se repetía esporádicamente, pero con alta intensidad.
Recuerdo todavía con emoción aquella lluvia liviana pero persistente y los vecinos que no se sumaban a la caravana tal vez por la edad o por lo que sea nos acercaban paraguas y algo de comida para el trayecto.
El gobierno cívico militar había decidido cerrar todos los accesos para aislar a Perón de su pueblo. Nosotros pudimos llegar al Río Matanza donde nos impidieron el paso custodiado por ejército y policía. Algunos cruzaron el rio caminado en zonas bajas o a nado. Cada avión que cursaba el cielo lo saludábamos como si fuera el del Jefe y lo saludábamos simbólicamente con el grito de "Perón..Perón" que llegaba hasta el alma.
El cerco se rompe finalmente por decisión del propio Perón que toma la primera valija que encuentra y decide salir del Aeroparque donde nadie se anima a detenerlo. Al otro día vamos a verlo a la calle Gaspar Campos en Vicente López, nuevo domicilio del peronismo, pero eso ya es otra historia. El 18 de ese mes fue la primera vez que veía los dos dedos en V apropiados por miles de compañeros que con enorme alegría, indescriptible y nosotros todavía no sabíamos, no teníamos conciencia que años después le pondrían a ese día como homenaje a la militancia.
Había salido el sol. Perón retornaba a su Patria que nos parecía verla con una sonrisa luego de tanto tiempo.
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