Ningún brillo pudo opacar su identidad en este mundo, ni el tercero, ni el cuarto, el nuestro. Desde la base, Manu se elevó en silencio, para romper por fin el tablero mediático, poniendo un grito en el cielo: “El planeta se rige por prejuicios y por miedos, se volvió muy materialista”. Su grandeza no se mide en altura, y su altura no marea al perfil bajo de su juego combativo, aunque algunos prefieran hablar de básquet: “Me genera esperanza que los jóvenes empiecen a luchar, para que todos tengamos las mismas oportunidades”. Testigo de la discriminación hacia los latinos en Los Ángeles, asegura que estudiar “sale caro” en Estados Unidos y celebra que “la unidad de los gobiernos sudamericanos está fortaleciendo a la región”. Con miedo, no se puede crecer, no se puede volar, no se puede trascender. Y ustedes ya lo conocen: “La globalización no ha resuelto nada”. Ahora, desde arriba, con el globo en sus manos, Ginóbili no lo entrega, ni lo pica, ni lo pincha, pero lo comparte, lo transforma y lo gira, de sur a norte, para poner en alto “los huevos” de las Madres y la bandera del Che, antes de meterle un tapón al absurdo de bajar la edad de imputabilidad.
(Del reportaje a Emanuel Ginóbili publicado en el último número de la revista La Garganta Poderosa, realizada por jóvenes del barrio Zabaleta.)