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La que encontremos. Pero vale la pena que mostremos nuestras escarapelas.
La que nos salga del alma.
La que tengamos guardada de alguna fiesta patria escolar o lo que fuera, algo descolorida.
La que podamos reconstruir de cintas celestes y blancas que queden por ahí.
La del exilio de adentro y de afuera.
No la de ellos.
La nuestra que podamos exibir con nuestra familia, nuestros amigos y compañeros.
La nuestra que llevaron tantos patriotas.
La nuestra con alegría de sabernos que peleamos por cosas justas.
No la de ellos, la de plástico.
Este 25 de Mayo, amigos blogueros y lectores,
mostremos la mejor escarapela, ni la más grande ni la más chica.
También aquella de 1973.
La de una patria justa, libre y soberana.
Feliz Día.