Conoció gays, conoció lesbianas adentro de la fuerza: supo lo mal que la pasaban y con su ejemplo los alentó a seguir adelante. “Si ella puede –decian algunos– yo también voy a poder.” Salir del closet en una fuerza de seguridad es abrir las puertas del infierno: se dejan de tener beneficios, se reciben todo tipo de insultos y presiones.Micaela no se detuvo. Después de unas vacaciones volvió con pechos nuevos. Durante otra, corrigió un pequeño detalle en el frente.
Pero todo tiene un fin: cuando por orden del Ministerio de Seguridad la policía dejó de hacer documentos, la mayoría de la gente de su oficina fue trasladada. A ella le tocó el Comando Radioeléctrico. Llegó al destino nuevo, estuvo tres horas y la devolvieron a su lugar de origen. Para ese entonces, Micaela sabía como manejarse: –Los denuncio al Inadi, a la CHA y si hace falta a los medios –amenazó.
Pero eligió un caminó alternativo: llamó al Ministerio de Seguridad. Poco después, la ministra Nilda Garré, ordenó a los jefes de la Policía, Gendarmería, Prefectura y Policía Aeroportuaria “reconocer y respetar a las personas de acuerdo a la identidad adoptada”. La resolución apunta tanto a los ciudadanos comunes detenidos o que van a hacer trámites, como a los agentes de cualquier fuerza e incluye “la ropa, el uniforme y el uso de baños y vestuarios”.
En otra resolución, la ministra ordenó crear un “Centro Integral de Género”para atender, entre otras cosas, casos como el de Micaela en cada una de las fuerzas.
La propia Micaela va a trabajar en una de esas oficinas. Está contenta: desde allí,dice, va a poder ayudar a sus compañeros y compañeras para que su camino no sea tan tortuoso como el de ella. (Miradas al Sur)