Irina Hauser y Victoria Ginzberg evalúan lo que se viene acá.
El acusado estrella de los sobornos en el Senado, el arrepentido Mario Pontaquarto, llegará entrenado al inicio del juicio oral que empieza este martes. La semana pasada lo sentaron frente a veinte personalidades de la cultura, los medios y la vida pública en general, que tenían la consigna de preguntarle de todo, sin censura. Sus abogados defensores querían testear su credibilidad después de tantos años, y tantas vueltas. Quedaron chochos al ver lagrimear a más de uno de los interrogadores, en especial cuando el ex secretario parlamentario, valijero de las coimas que confesó, se adentraba en detalles de su maltrecha vida personal. Pero Pontaquarto tendrá competencia. Porque la mayoría de los acusados llegan ansiosos por hablar. No por decir nada revelador ni por hacer un mea culpa, todo indica. Quieren contraponer su versión y ganar terreno en la escena.