Les dice
Eduardo Fidanza, de Poliarquía, una de las últimas consultoras que venía sosteniendo datos positivos para el oficialismo:
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Sólo el 18% opina que el país está bien, según el último sondeo.
-El clima favorable al Gobierno se está erosionando. Hace 14 meses poseían expectativas favorables el 71% y negativas apenas el 29%. Hoy, los desilusionados suman el 52% y los optimistas el 48%.
-Esta distribución esclarece el nuevo escenario que los sondeos detectaron a partir de febrero: después de un año de poseer más aprobación que desaprobación, el Gobierno pasó a tener más detractores que partidarios.
-Esta mutación implica otro fenómeno, además de la erosión de la confianza en el oficialismo: muestra que el electorado se polarizó, volviendo al ballottage de 2015. Pero con un matiz crucial: ahora Cambiemos podría perder.
-Si se profundiza en la naturaleza del optimismo y el pesimismo se esclarece la nueva relación de fuerzas.
-Lo que se comprueba es que estos optimistas se están pasando al pesimismo. Eso significa que siguen pensando que el país está mal, aunque ahora creen que en el futuro empeorará. Están decepcionados, hicieron el aguante, pero el beneficio nunca apareció y a ellos se les agotó el tiempo.
-La evidencia de que la mayoría de los realistas se vuelca al pesimismo es incontrastable: en agosto pasado los pesimistas eran el 38%, los optimistas realistas el 39% y los incondicionales el 16%. En marzo los incondicionales siguen siendo los mismos, pero los realistas descendieron al 31%, lo que posibilitó que los pesimistas treparan al 48%.
-Fidanza arriesga un escenario y el desafío actual: lo que pierde el Gobierno nadie lo cosecha. Cristina sólo conserva a sus fieles, Massa se desmoronó, el resto del peronismo no asoma.