Lectura en domingo:
El Presupuesto 2021 quedó desactualizado no porque la tasa de inflación anual será superior al 29 por ciento, sino porque con la cotización de la soja a 600 dólares cambian las proyecciones de crecimiento de la actividad y las metas de recaudación y de acumulación de reservas.Con una pobreza monetaria del 42 por ciento de la población, de acuerdo a la canasta de bienes y servicios básicos del Indec, desocupación de dos dígitos, informalidad de casi la mitad de la fuerza laboral, ingresos castigados desde hace cinco años y continuación de la pandemia, mantener las mismas pautas 2021 definidas el año pasado sería un desatino de la política económica.
El discurso económico convencional dirá que es tiempo de ahorrar –concepto desvariado cuando se habla de finanzas públicas- y de acelerar el proceso de equilibrar las cuentas públicas. Es momento de eludir esas tradicionales vulgaridades de la ortodoxia que en situaciones de relativa normalidad son disparates teóricos y prácticos, pero en un cuadro dramático como el provocado por la peor crisis global de los últimos 100 años adquiere rasgos bárbaros.
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El Gobierno da batalla en el terreno sanitario en cada uno de esos frentes opositores. En el económico no debe quedar atrapado de medidas conservadoras cuando no sólo está recibiendo un shock externo positivo por la suba de la soja y otras materias primas, sino porque se han acelerado los cambios en el escenario mundial por la pandemia.
Los planes de Biden para Estados Unidos, la continuidad del retroceso relativo de Europa y la rápida recuperación y expansión de China definen otro mundo en disputa, ganando espacio uno diferente al del libre comercio irrestricto, apertura indiscriminada y deslocalización de la producción.
Hoy se está transitando hacia otro tipo de discurso político y acción en el mundo económico dentro de esa pelea hegemónica global. La ortodoxia económica está en retroceso, lo que no significa derrotada, pero la pandemia y las tensiones en la cúpula de las potencias ha ubicado nuevamente al Estado en un papel protagonista.
Argentina tiene la oportunidad de ingresar en esa tendencia aprovechando las fisuras que aparecen en ese marco de rivalidad global.
Para lograrlo es conveniente abandonar la quimera de convencer o buscarle racionalidad a una derecha desbocada y con proclamas alejadas de la nueva era que está emergiendo. Como se detalló aquí, esos actores políticos y mediáticos se han radicalizado de tal modo que han quedado a la derecha del Fondo Monetario Internacional.
Además de neutralizar la permanente hostilidad de sectores reaccionarios, la misión principal del gobierno de Alberto Fernández debería ser la de asumir la conducción y coordinación de un ciclo económico en alza.
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