El gesto evidente quedó registrado en la transmisión oficial. Milei descendió del vehículo presidencial, se acercó con la mirada al frente, no extendió la mano a quienes lo aguardaban en fila y continuó su caminata directo hacia el interior del templo, generando incomodidad visible en los rostros de Macri y Villarruel.
Luego, mirando a Milei a sólo dos metros el arzobispo García Cuerva apuntó contra la violencia discursiva. Citando al papa Francisco, condenó «el terrorismo de las redes sociales», donde «la difamación y la agresión son moneda corriente». «Hemos pasado todos los límites», alertó, en un guiño a los «haters» que deshumanizan al adversario. Hizo un llamado a «forjar la cultura del encuentro» y frenar el odio: «El que tengo al lado es un hermano, no un enemigo».
La frase, interpretada como una crítica al lenguaje confrontativo de Milei, subrayó la necesidad de diálogo. «Argentina, ponete de pie», exhortó, rechazando la «violencia» y el «sálvese quien pueda». Insistió en que las políticas públicas deben «tener rostros concretos», en referencia a los excluidos por la pobreza, que alcanza al 38,1% de la población.
Dos mensajes, la homilía y el gesto descortés dirigido especialmente hacia adentro del frente neoliberal: te subordinás o te destruyo.
Un dato aparte es la observación de algunas tapas de medios hegemónicos, por momentos muy críticos a la gestión libertaria. ¿Alguna grieta en el circulo rojo?.
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