domingo, 5 de octubre de 2008

colaboración de lectores: octubre vigente



LA MÁS GRANDE EPOPEYA POPULAR DEL SIGLO XX

( 1945 – 17 de octubre – 2008 )

Leí en alguna parte que esto ocurrió hace poco más de sesenta años,
Y se lo recuerda como la más grande epopeya popular del Siglo XX.

Alguien cuya identidad jamás nos fue revelada,
Ordenó que los puentes fueran levantados,
El hedor desagradable de las aguas del Riachuelo,
No fue un obstáculo para lanzarse a los botes,
o para intentar a nado, semejante travesía libertaria.

Desde el otro lado de los puentes descolgados
Por la mano codiciosa de los despechados
Con un grito silencioso en la grieta de los labios,
Clamoroso; esperanzado,
Latir azulceleste en las venas que se crispan,
Hacia un hombre presentido,
Que vibraba delicado,
Llegaron, llegaron ... los descamisados.

Los obreros confederados y los otros,
Los de la piel cetrina y el gesto adusto de la bronca,
Se lanzaron a las calles en defensa de las conquistas sociales amenazadas.

Desde la negra barrera del otro lado de la villa
donde el horizonte se fundía con la nada,
Con salitre en la mejilla resecada
Y una miel despavorida y temerosa en la mirada
Llegaron ellos ... los descamisados.

La poderosa Unión Ferroviaria, los Trabajadores del Estado, los Tranviarios, los Cerveceros, los Obreros de la Industria del Vidrio, los gloriosos Metalúrgicos de Berisso y Ensenada, los esforzados tucumanos de la “FOTIA”, los del Vestido, los Madereros, los Obreros de la Carne, los Petroleros, los del Caucho, los Portuarios y los Estibadores, los de la Construcción, los que pararon los Frigoríficos, los Trabajadores Municipales y los obreros de todo el país ...
Vistieron las ropas del cansancio y del hastío,
De un pueblo que aún está queriendo saber DE QUE SE TRATA !!!

Desde la fragua abierta
Cual granada de su sangre
Encajada en el molde de la muerte,
Desde los altos hornos pavorosos,
Crudo fuego enemigo, con las uñas carcomidas
Y el cabello chamuscado en cansancio secular,
Sus mujeres desgreñadas por el hambre y sus crías que no lloran, solo miran,
Llegaron, llegaron ... los descamisados

Fueron ellos, y otros fueron, ya casi no importa cuántos,
pero la historia le puso su mejilla reseca a ese viento nuevo de la Patria,
desnudando los oscuros sitios del hambre y la esperanza estafada.
Los pobres malolientes con sus ropas raídas,
los del agrio sudor en sus manos curtidas y sus uñas engrasadas,
los de bolsillos flacos y trasegados de escarbar hasta la sangre,
irrumpieron ese día en la historia y se instalaron con voz y voto
en el escenario supremo de la Patria.
Sin más arma que el cansado desaliento que en sus brazos
se hizo hueco frente al río,
enchapado de alquitranes y petróleos,
del ansioso cielo antiguo de los pobres,
detenido en el asombro de su paso.

La pupila desbarrada en la angustia esperanzada
en un hombre que hace luz de las tinieblas,
que levanta todo aquello
que se daba por perdido,
por perdido y para siempre,
llegaron ... los descamisados.


En el gesto desafiante que se opuso a los conjurados,
Esencial y presente, estaba la madura espontaneidad del pueblo,
Con sus sueños innominados, su amalgama de furias y coraje,
y un largo historial de luchas, de huelgas y asonadas.
Así llegaron los trabajadores descamisados a la histórica Plaza de Mayo,
con el hito de su redención cargado sobre los hombros,
y la torva mirada de sus broncas que se hundió como un hachazo,
en las tristes y oscuras páginas de una historia que empezaba a cambiar.

Desde el taller cerrado y la fábrica,
con su cara clausurada de bondad, o patinada
por el antiguo sudor de sus familiares,
recuperaron su ciudad
y un grito libertario fue invadiendo las conciencias,
hasta hacerse claridad.
Claridad junto al Líder recobrado
por su pueblo, el gran pueblo, solo el pueblo,
y para siempre, desde entonces es nuestro,
sólo nuestro, recobrado por su pueblo.
Aquel día de gloria que empezó oscuro y trágico
hasta hacerse claridad,
cuando el nombre iluminado,
mi prójimo, y mi vecino,
mi compañero y hermano,
recordarán con el alma,
cuando llegaron ... los descamisados.

Leí en alguna parte que esto sucedió hace poco más de sesenta años,
Y se lo recuerda como la más grande epopeya popular del Siglo XX.
Me cuentan los viejos compañeros, los que ahora peinan canas,
que allí se puso en marcha la leyenda de la primera hora peronista,
la que se prolonga en inolvidables cruzadas de solidaridad,
en el resguardo a la dignidad del trabajo y la justicia social ...
Allí se perfiló y se definió la forma de la Argentina profunda,
la que fue capaz de sobrevivir al espanto, a la desesperanza y a la infamia,
cuando por la brecha colosal que abrió en la historia,
la sombría marejada del pueblo descendió hacia el puerto, y la gran ciudad.
Ellos, los descamisados, mojaron sus cansados pies en una de las fuentes de la plaza,
Y la mirada secular del odio perforó sus espaldas ... nada les importó.
Sólo querían junto a ellos la presencia del Coronel,
Y reclamaban con fuerza esa imagen que nos devuelve rediviva el recuerdo.
Desde entonces, a punta de corazón y puro sentimiento peronista,
El 17 de octubre, dejó de ser un día más,
Y será para los tiempos EL DÍA DE LA LEALTAD !!!


Estas pobres líneas dedicadas al recuerdo de una fecha trascendente para el pueblo peronista, quiero dedicarlas especialmente: desde mi admiración, a mis viejos compañeros. A los que partieron sin regreso, a todos los adelantados en ese camino que inexorablemente, cuando Dios lo disponga, habremos de transitar un día.


Carlos Alberto Gorostiza

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