viernes, 28 de noviembre de 2008
a mi me gusta acá
Autor: Orlando Barone
En uno de sus poemas aquel gordo Federico Peralta Ramos resumía su naturaleza argentina con este verso: “a mí me gusta acá”. A mí también. Si un día me asaltaran me consolaría pensando que mejor acá que allá donde los robos son de tipo mayorista. Borges es tan argentino que se excede y dice “que no nos une el amor sino el espanto”. Con esa contradicción prueba que si nos une el espanto es porque aquí hay tanto amor que se aguanta todo. Sé que últimamente hay gente atacada por el sindrome de que este país es una porquería. Hay quienes dicen que es una mierda y son tan idiotas que viven aquí con sus hijos y nietos y no se dan cuenta que los incluyen. Por suerte en los medios- tan jubilosos y tan lúdicos- compensan con el rubro turismo donde siempre se cuentan maravillas. Pero el sindrome está latente: llegan las fiestas y nos amargan con que aumentan los precios; nos vamos de vacaciones y nos alarman con que las carpas se fueron por las nubes. Viene el verano y se anticipan a anunciar apagones. Los disconformes y aguafiestas deben saber de la existencia de paraísos presuntos. Deben de tener alguna mitología incrustada en el lóbulo insatisfecho. Pero se vaya donde vaya hay siempre seres humanos. No importa el idioma que hablen. Los hijos de mala madre están radicados en todos los países. Bancos y financieras en crisis son lo que sobra. No hay destino que valga.
Nuestro país- y no este país- no es una porquería. Por más que haya muchos que lo digan para seguir con el ingrato rito trasmitido por generaciones. Pensar así es la creencia mediocre del que quiere adjudicar su fracaso, sus malos amores y sus malos sueños al país en el cual vive. Entonces elige como culpable a los gobiernos. Los haya o no los haya votado. Por eso tiene eternos arranques de irse a sitios donde haya un hipotético orden y una sociedad civilizada. ¿Pero adónde? Nadie va a querer emigrar justo ahora porque para elegir un lugar a salvo hay que extender el mapamundi cerrar los ojos y poner el dedo a la bartola en cualquier punto. Si hasta los jugadores de fútbol ganan plata allá, pero se vuelven. A ver si van a encontrar un productor de soja que quiera irse. O una bailarina de Tinelli. ¿Adónde van a ir a bailar, a Camboya? No hay país mejor que el nuestro. Tenemos que agradecer que gente como uno tenga un lugar que no siempre se merece. Hay cada argentino protestón que ganaría todos los torneos de histeria. En el libro Guinness de récords acaba de entrar el hombre horno rosarino que se asa y no se quema. También debería entrar ese argentino necrofílico que se calienta más hablando de los muertos que de los vivos. O ese que mientras rezonga diciendo que el país es una porquería calcula que con lo que le rebaja de sueldo al que corta el ligustro puede instalar un plasma en el quincho. No maldigan con el bocado en la boca. O con el estómago tan lleno que pide hepatalgina. Querer emigrar es al pedo. Para perder no hay como quedarse en el barrio.
A mi me gusta acá.
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