domingo, 7 de diciembre de 2008

consejos para la mesa de navidad y evitar temas pecaminosos





La familia unita

Autor: Orlando Barone




¿Cómo lograr que en Navidad o Año nuevo, en una de esas reuniones de mesas largas, un aguafiestas no nos arruine las noches? Cualquiera sabe que si se quiere pasarla bien mientras se chupa y se come, no hay que hablar de política, de religión ni de fútbol. Y de tenis tampoco. Y menos hacer chistes sobre adúlteros o infieles furtivos porque siempre en la mesa hay cornudos, y sentados a su lado los responsables. En la antigua cultura china el comensal que se ponía a discutir en la mesa era despreciado como un amante que mientras hace el amor bosteza. ¡Cómo osar anteponer la palabra vana a la comida china! Es un acto de idiotas. Imaginemos, cuando todos están con el vithel Toné en la boca, que alguien aprovechando el silencio pregunte al azar: “ ¿ Qué les parece cómo va el país?”. Una pregunta tan vasta es una bomba. No crean que no existen estos boludos. En las fiestas no solo hay que cuidarse de la ingesta de bárbaros. Hay que cuidarse de hablar de aquellos temas. Porque incitan a la discordia siempre latente, en cualquier familia o grupo que se precie. Imposible, y más que imposible, nombrar en una mesa a Bergoglio, a Chabán, a Moyano, a Chávez, Kirchner, Cobos, De Angeli, Carrió, Cavallo y Maradona, sin causar un estropicio. Menem es tan obvio que está pasado de moda. Si por casualidad alguna señora recibe de regalo, aunque sea un monederito Vuitton ni se le ocurra alabar la marca. Y si por ahí en alguna una mesa se sirven milanesas de soja no hay que hacer ningún comentario. Quedarse en el molde y masticar la soja como si fuera lomo de pez ángel. Llegar a una fiesta luciendo vestuario estilo campo caro, con mucho carpincho, es hacer poner en guardia al invitado que lee solamente Página 12.

Ni se les ocurra sentar en la misma mesa a una maestra de educación pública convencida, junto a una madre que tuvo que clavarse días de huelga con los hijos en casa. Solo hace falta un disparador inocente para “sacarse” con la nuera, el suegro , la cuñada o el invitado alternativo. No hacer el elogio de las cacerolas sino se está en la zona de influencia favorable. No tratar de justificar ningún piquete que no sea de vecinos de San isidro. Y no balbucear siquiera que el gobierno de Cristina “no es tan malo” como dicen la mayoría de los medios. Lo mejor para evitarlo, ya que nadie tiene garantías de no salirse de la caja alentados por la sangría y el clericó, sería precaverse. Y estudiar sociológicamente a los componentes humanos convocados y ver si no hay ahí algún sospechoso de amargarnos la noche. Nunca faltan tipos que se relamen prediciendo fallas de radares y desastres aéreos. O tipas que profetizan un parto trágico argentino que purificará la política aunque no quede nadie, ni ella. Aporto un tema de unidad para evitar el despelote. Contar anécdotas de familia, chistes viejos de tíos viejos; las gracias de los bebitos; las gracias del gato o del perro. Pero el problema de las anécdotas de familia es que en algún momento aparecen los muertos. Y vienen y se te sientan a la mesa y la única forma de que se vuelvan al cementerio, es haciendo ruido con las bombas de estruendo, o descorchando la sidra.

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