Tras 12 años virtualmente asilados, presos en la cárcel de EEUU en Guantánamo, donde los propios jueces norteamericanos dejaron constancia en los casos que llegaron a sus manos que la evidencia no es fidedigna ni fue corroborada, o incluso fue arrancada bajo tortura, empiezan a dejarse ver en las calles de Montevideo, caminan por la rambla, visitan la playa y muestran orgullosos sus flamantes cédulas de identidad uruguayas.
Están alojados temporariamente en una casa en el centro de la capital, cedida por la central sindical PIT-CNT, y varios dirigentes sindicales organizaron una visita a Canelones, en las afueras de Montevideo, a la casa de la profesora que les da clases de español.
Una visita a una feria vecinal, con lección de español sobre frutas y verduras incluida. Más tarde, los refugiados faenaron y asaron un cordero en el jardín de la profesora y, luego de un banquete al estilo de Medio Oriente, terminaron el día con una visita a la playa, en la que algunos de ellos escribieron en la arena una frase que dice todo: "Viva la libertad".
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