Es curioso. Hace tres años, en medio del lockaut rural, le pedían a Cristina que no hable, le ponían cintas en la boca y a Néstor en su cerebro. Que la presidente de los argentinos no emita su opinión, que sea muda.
Es curioso en cambio ahora la obsesión, la desesperación que mostraron en estos últimos días, los mismos que le exigían silencio, para que ahora hable.