El juez penal de Calafate encontró el cuerpo de Fabián Gutiérrez envuelto en una sábana, enterrado en la casa de uno de los cuatro sospechados por el crimen. Tenía al menos un golpe en la cabeza, cortes de armas blanca, rastros de haber sido precintado. Gutiérrez había comenzado un vínculo amoroso con uno de los detenidos. Como móvil del crimen, el juez Carlos Narvate plateó la hipótesis del robo extorsivo. La oposición intenta convertir este episodio de la vida privada del ex funcionario en un nuevo caso Nisman. Los jóvenes vecinos del Calafate también sucumbieron a la fascinación del fabuloso Tesoro K que encandiló al anterior gobierno y a la justicia federal: lo torturaron para que confesara dónde estaba y cómo no había tal cosa lo mataron.
Fabián Gutiérrez vivía su sexualidad con conflictos desde hace años. El 15 de julio de 2010, el Congreso votó la Ley de matrimonio igualitario. Él era secretario de la Presidenta Cristina Fernández. Néstor Kirchner ese día le dijo: “Ahora te vas a poder casar sin que nadie te diga nada”.
La imagen dialoga con la escena de su muerte con señales de virulencia y saña características del crimen de odio. Es cierto que también fue testigo arrepentido en la causa de la fotocopias de los Cuadernos de Claudio Bonadío. Pero su muerte no puede estar asociada a ese expediente: la causa está cerrada y elevada a juicio a oral con todas las pruebas cerradas. Si él hubiese decidido declarar, a lo sumo podía haber favorecido a los imputados, pero no agravar la situación.
Juntos por el Cambio entiende que su muerte tiene gravedad institucional, reclama que se aparte la fiscal hija de Alicia Kirchner y que el caso pase a la justicia federal. También dijeron que era testigo protegido cuyo cuidado estaba a cargo del gobierno. El ministerio de Justicia lo desmintió. Ni Gutiérrez ni el juez Claudio Bonadío solicitaron su inclusión en ese programa.
El jefe de gabinete, Santiago Cafiero, respondió que «es inadmisible utilizar la sensibilidad que el dolor del crimen genera para sacar ventajas políticas. En política no vale todo porque no hay fin que justifique los medios. Tampoco las redes sociales se pensaron para difundir la mentira».
Lo que se sabe menos es que mientras él entraba en la causa, Marcelo D’Alessio estaba por atrás.
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