Un artículo de Jorge Rachid
LA SILLA VACIA
El terremoto que sacude al mundo financiero desnuda los pálidos finales del imperio hegemónico, que dominó, con recetas neoliberales y descansando la ejecución de las mismas en los organismos de créditos tipo FMI, BM y BID, sobre el resto de los países, planteando la desregulación de la economía junto a la primacía del sector financiero –por sobre el productivo– como la nueva lógica de la modernidad.
Ya en el año 2000 Lester Turow en su libro “La guerra del siglo XXl”, relataba que el imperio americano encontraba su máxima debilidad en lo que aparecía como su fortaleza: había perdido sus tecnologías de punta conservando sólo la espacial-militar; se agravaban sus conflictos étnicos, su economía estaba desmadrada ya entonces con déficit fiscal en miles de millones, no tenía control monetario sobre los dólares circulantes pese a ser adoptada como moneda universal de cambio y en definitiva, decía entonces el autor, sólo le queda el ejército más poderoso del mundo como el ejército romano en Bizancio, que 200 años después se enteró de la caída de Roma.
Otra autora –Amy Chua– en su libro “El mundo en llamas”, relata desde otro lugar la pérdida del hegemonismo norteamericano al dar cuenta del avance de las minorías chinas dominantes en los países del sudeste asiático y su influencia en los centros financieros más importantes del mundo, en especial en la Reserva Federal de EE.UU., con una deuda que hoy llega a 500 mil millones. Desde diferentes ópticas, desde distintas miradas, dos economistas de nota desde hace años junto a otros como Joseph Stiglitz, premio Nóbel, o Paul Krugman entre los norteamericanos, advertían sobre la codicia, la concentración de la riqueza, la extorsión financiera al resto de los países, lo que sumado al enorme gasto de la guerra de Irak, llevó al país del norte a una situación de no retorno.
Se podrá decir que medidas paliativas superarán la crisis, pero lo estructural del neoliberalismo está dañado políticamente, está viviendo su último tiempo que puede durar años sin dudas, pero un nuevo escenario se está desarrollando que ocupará su lugar.
Algunos creerán que con cosmética se sale de esta situación. Se equivocan. Los pueblos no quieren soportar más capitalismo salvaje para algunos y socialismo de las pérdidas para las mayorías empobrecidas. No quieren pagar la fiesta de los otros los que nunca fueron invitados, ni quieren invertir sus ahorros en casas ajenas después de 30 años de cultura individualista, con teorías del derrame que nunca llegaron y un sálvese quien pueda que siempre miraron desde abajo.
Los pueblos no están dispuestos a soportar tanta injusticia social, desde el pueblo norteamericano al boliviano, desde el asiático al europeo.
Este capítulo final deja la silla vacía del “Fin de la historia” de Fukuyama, ahora arrepentido de su libelo ecuménico, que sirvió para demoler a diestra y siniestra economías de todos los países emergentes con una nueva lógica, que implicó la sumisión a las políticas imperiales, entregando a la voracidad financiera el capital acumulado por generaciones de latinoamericanos, de trabajo y esfuerzo con sacrificio, que edificaron la época gloriosa del estado de bienestar. Nuestro país fue lamentable pionero en ese camino de frivolidad y corrupción, además de traición a la Patria, al entregar soberanía en la decisión.
Así fueron cayendo desde compañías de aviación hasta las fábricas de aviones, desde planes nucleares y tecnología de punta misilística hasta el manejo de los recursos no renovables, desde las empresas monopólicas del Estado hasta las empresas navieras, todo bajo el precepto del Estado ausente que es una cuestión de fondo en cultura neoliberal.
El endeudamiento como forma de control político estratégico, fue la llave del proceso que inundó el mundo, de capitales siempre sospechados de lavado, “inversiones” extranjeras reclamadas por los liberales, “capitales buitres” para nosotros, quienes veíamos en la supuesta solución propuesta, la derrota nacional y la pérdida de identidad.
Ese modelo está cayendo en el centro del imperio. Algunos analistas insisten en querer hacernos partícipes del velorio, que sin duda habrá como latigazos de un derrumbe con consecuencias sociales severas, con desocupación y miserias, pérdidas de proyectos de vida que parecían garantizados en una maqueta de vida ficcional creada por las sucesivas burbujas financieras sin respaldo, seriedad ni compromiso.
Las AFJP aquí, los fondos de inversión allá, los seguros masivos, las aseguradoras de riesgos, los ahorros de los trabajadores, todo apostado a la timba financiera manejada por inescrupulosos personajes del jet set internacional, donde figuran fortunas de miles de millones conseguidas por pases mágicos sin producir un escarbadientes, habitantes de los medios, reporteados como los nuevos ganadores del sistema, a costa de millones de nuevos pobres.
La silla vacía generará nuevos postulantes al sitial del poder, proceso que veremos en los próximos tiempos en un reacomodamiento de alianzas internacionales, pero sin dudas esta situación reafirma la necesidad del fortalecimiento estructural de la UNASUR en todos sus aspectos –no sólo económicos sino políticos– y de apertura a los pueblos como libre tránsito, eliminación de fronteras, libre ejercicio profesional con acreditación sudamericana, pasaporte y moneda comunes, embajadas conjuntas, misiones comerciales comunes, Banco del Sud y Pacto Militar UNASUR, como forma de preparar los futuros nuevos tiempos internacionales desde un situación de fortaleza y de principios que reivindiquen la política como herramienta estratégica de construcción de modelos sociales más justos, países más fuertes, pueblos más felices con economías solidarias con un Estado presente en los derechos sociales y humanos, constitucionalmente establecidos.
CABA 1-10-08
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