viernes, 9 de enero de 2009

borrador básico del progresismo argentino


Autor: Orlando Barone


¿Qué es ser un gobierno progresista? ¿O qué es no serlo? El dilema del calificativo es como un criptograma o un jeroglífico en cuyo descifre nunca coinciden los Champollion, los egiptólogos o los lingüistas. Y menos coinciden los progresistas que no tienen cómo legitimar su propia autenticidad de practicantes y menos la autenticidad de su gobierno. Porque el progresismo no es lo que no es. Lo que no es el progresismo es inmovilismo. El comunismo, el liberalismo, el conservadurismo, el fascismo, el anarquismo, el maoísmo- y el socialismo en estado original, no el socialismo argentino que tiene un estado inestable, irreconocible- son más claros. Pero el progresismo es a la vez firme y evanescente. Y como sus fronteras son difusas no se sabe demasiado bien acerca de lo que está dentro y lo que está afuera. El progreso que llega ya es viejo y el que aún no vino no se sabe. Hasta el peronismo- que es una paraideología popular que siempre se está “haciendo” – al contrario del radicalismo, que siempre parece estar por morirse- tiene la facultad de definirse en quienes no son peronistas. Sí: por más que estos se depilen o afeiten al ras y se mantengan en silencio. Ya que el “no peronista” se distingue porque lo único que establece y justifica su existencia es el peronismo. Se nace más siendo antiperonista, que lo que se nace peronista. El “no peronista” no necesita exigirse ningún pensamiento para no serlo. Hay regiones donde fertiliza con más énfasis y son aquellas donde hay cacerolas de teflón y paseadores de perros. Aunque tampoco las antiguas regiones proclives al peronismo ya son lo que eran y los barrios del sur de la Capital son una prueba empírica.

En cambio el progresismo es algo distinto: no se puede reconocer fácilmente quién es de quien no lo es.

La Alianza fue el mejor ejemplo de cómo ser progresista desorienta. Lo único que se sabe es que no es exteriormente de derecha. A veces la primera impresión engaña: el tipo o la tipa progresista admiran a Freud, se lamentan de la pobreza en Africa, recuerdan el Mayo francés, aplauden a Obama, son cautos con Chávez, alabanciosos con Lula, alertan sobre la futura guerra del agua aunque tengan piscina y la llenen con agua del barrio, hacen yoga y no son chupacirios. Y no tienen en la casa la verja electrificada sino apenas custodiada por perros de mandíbula de tigres. Hay progresistas que tienen la bondad de reconocer que las mujeres tienen el cerebro tan apto como el varón. Y mujeres progresistas que tratan al varón compasivamente, sobre todo en la cama donde este más declina. También los hay ricos solidarios que no andan buscándole a la suegra un geriátrico barato para internarla; y que apenas les arrebatan el reloj en un semáforo no sacan la pistola de repetición de la guantera para evitar la burocracia de la Justicia. Hay progresistas que hacen un arduo trabajo sobre si mismos para que los hechos no lo deslegitimen. El progresismo es capitalista pero quiere ser bueno; resistiendo las tentaciones. Cómo querer ser abstinente carnal en un prostíbulo o vegetariano en un sistema alimentario antropófago. Las tentaciones de un gobierno progresista le hacen sentir culpa, que no tienen nunca los de derecha. Pero tampoco la tendrían los de la izquierda máxima, si alguna vez gobernaran, porque no tendrían tentaciones. ¿Pero se puede simultáneamente ser progresista, peronista, estatista, policlasista, capitalista y nacionalista? Sí, se puede ser todo o algo. Y también se puede ser nada.