Cuenta que a los 9 años su padre lo abandonó junto a su madre y sus seis hermanos. Cinco años más tarde, su adolescencia tenía mucho de dolor y poco de la típica diversión juvenil, el poco dinero que tenía se le escaba en la noche uruguaya.
Un puñado de billetes lo conseguía limpiando coches. El ingreso era insuficiente y la casa seguía en pie gracias al aporte económico de su abuela, quien impidió que la familia pasara hambre.
Con tan sólo ocho goles marcados en la categoría Cadetes, una de las mayores promesas de las inferiores de Nacional tuvo que tomar la gran decisión de su vida.
Ricardo, el profe, entró al vestuario y encaró al pibe de rostro duro y boca entreabierta por la prominencia de su dentadura. Y, con firmeza paternal, lanzó un contundente: “O empezás a entrenarte y a centrar tu vida, o te vas de aquí”, le gritó mientras lo zarandeaba con la pechera como bandera.
En medio de una vida rápida y furiosa, Luis Suárez entendió el mensaje.
Este jueves lo aplaudió el mundo. Con dos tantos del hoy delantero de Liverpool, que casi no juega el Mundial por una seria lesión, la Celeste se impuso 2 a 0 a ingleses y los dejó al borde del abismo.
La mayoría de los argentinos agradecidos.
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