Al Tesoro no ingresaron esos 2750 millones de dólares, sino que fueron 2475 millones, porque los bonos fueron entregados con un descuento del 10 por ciento. Es decir que por cada lámina de 100 dólares, el comprador pagó 90. No hubo difusión entre inversores y la colocación de los papeles de deuda fue definida en una conferencia telefónica en la cual participaron unas pocas grandes firmas administradoras de fondos millonarios. La operación fue liderada por bancos amigos (HSBC, Citi, Santander y Nomura) del entonces ministro de Finanzas, Luis Caputo. El bono a 100 años fue una muestra nítida de la desmesura de este nuevo ciclo neoliberal de valorización financiera.
-La emisión de deuda a 100 años, estuvo calzada paralelamente con dos inexplicables y enormemente onerosas operaciones de venta y recompra de títulos (REPO) a cortísimo plazo, concretadas con los mismos bancos que tomaron la deuda a 100 años. Se perpetró así una maniobra, en la cual los enormes márgenes que dichos bancos obtuvieron con las REPO, hicieron que el capital realmente prestado a 100 años fuera menos de la mitad, igual que sucedió con el préstamo de la Baring durante la presidencia de Bernardino Rivadavia, 200 años atrás. Devolviendo además todo el capital recibido en préstamos en solo cinco años, en el año 2022. Elevándose así el rendimiento global para los bancos al 11 % anual, más del doble del esgrimido por el Gobierno para justificar el actual reendeudamiento.
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