Leemos
por acá:
Las listas de origen están representadas en el eje horizontal, mientras las columnas muestran el destino de los votos.
Por ejemplo, el 95% de los votantes de la sublista Primero Santa Fe del Frente Justicialista para la Victoria (FJpV) votó por Perotti en la elección general, mientras que sólo 3% se fue con Lifschitz.
Como era de esperar, las defecciones de las sublistas perdedoras son mucho mayores que las de las ganadoras. Para empezar, 26% de los votantes de Barletta, derrotado en la interna del FPCyS, optaron por el candidato del PRO en la elección general.
No es tan grave. Más sorprendente es que 90% de los votantes de Buzzi se fue del FR, la mitad de los cuales hacia al PRO. El desangramiento del FR, sin embargo, no afectó sólo a los derrotados. De los votantes que apoyaron al ganador de la interna (“Cachi” Martínez), el 60% también se fue… ¡y la mitad de ellos al FJpV!.
Así que Perotti sumó cuatro puntos en la general que vinieron de los ganadores de la primaria renovadora, y no de los perdedores.
En el massismo, ni la victoria parece más atractiva que la deserción. Más allá de las peculiaridades del Frente Renovador, que en Santa Fe dio muestras de descomposición, los resultados sugieren que las primarias competitivas no producen candidaturas sólidas porque muchos votos de los perdedores abandonan al ganador. La gran mayoría de los derrotados en el FR optó por abandonar la coalición, al igual que un tercio de la sublista perdedora del Frente Progresista Cívico y Social.
Las tasas de retención del FJpV y del PRO, que tuvieron candidaturas unificadas, fueron considerablemente más altas. El Frente Progresista logró la victoria gracias a los votos provenientes de las listas eliminadas.
(Los círculos rojos son nuestros, marcan el destino político de las mayores fugas. Hacé click en la imagen si querés ampliarla).