Vivìa incomodo como con traje prestado.
Incluso desde este blog llegamos a
escribir esto.
Por eso me gustó esta parte del reportaje a Víctor Hugo en la revista
Debate:
¿Cómo vive todo esto en términos más personales?
Creo que pasé un punto de no retorno, que es lo que hay que lograr en la vida. Ya crucé el Rubicón y me importan tres pepinos la pertenencia que me podían haber atribuido. Mi pertenencia sigue siendo las pocas personas que saben cómo soy en la vida, la habitabilidad feliz de mi propia persona y gente de un valor intelectual que me importa muchísimo. Pero ni siquiera a esas personas les pertenezco. Conozco gente que queda rehén del deseo de no romper con todo. No es lo que me pasa. Por ejemplo, hace tres meses le escribí a José Ignacio López, que es una persona que quiero muchísimo, por más que ahora estemos, no en veredas opuestas, sino en polos distintos, y le dije que ofrecía mi sillón de la Academia Nacional de Periodismo si era necesario, porque sé que no es un ámbito en el que en este momento me aprecien. Pasos como éste he dado varios, sin importarme qué había para perder. No puedo tener mimos de la gente que ama a Biolcati-Bergoglio-La Nación-Clarín-Papel Prensa-hijos de Ernestina y, al mismo tiempo, de los pibes que quieren cambiar el mundo, que tienen utopías, que aman la Ley de Medios como una bisagra, que creen que el Fútbol para Todos es un verdadero avance. No puedo. Para que se entienda: no se puede juntar las cabezas de Ricardo Forster y de Santiago Kovadloff. No se puede desear tomar un café con los dos y pertenecerles a los dos. Hay que elegir, y yo elijo a Forster.
¿Perdió amigos por estas posiciones? ¿Dejaron de saludarlo?
En los ámbitos donde me desenvuelvo, la mirada es fría como un témpano. Algunos tienen una especie de desencanto porque me han querido bastante cuando pensaban que les pertenecía. Luego del conflicto del campo, quedé observado como una persona de centroderecha y me pegaban en la matadura los que me criticaban del otro lado, los que estaban monolíticamente a favor del criterio distributivo que esgrimía el Gobierno. Y yo sufrí en esa etapa, porque me ubicaban en un lugar en el que no estoy. Sufrir por lo que sos, vaya y pase. Pero sufrir por lo que no sos…
Más allá de la naturaleza en sí del “conflicto del campo”, ¿tiene otra visión de lo que pasó, de cómo cubrió el tema y del entramado mediático corporativo que le dio espesor?
En realidad, del conflicto no. Bueno, el entramado mediático-corporativo lo vi tarde. Me di cuenta de que formé parte, de manera sincera, de un ataque que llevaba armamentos cuando, en verdad, otros, de manera escondida, mandaban tanques de guerra. Mis argumentos de entonces los sigo manteniendo. Me parecía que la medida era un manotazo impositivo, obturaba la movilidad social, cometía la injusticia de tratar igual a los desiguales y dejaba sin expectativas de ganancias futuras. Por eso digo que, si se planteara la misma situación, volvería a tener opiniones parecidas a las que tuve. Claro, con otros reparos en cuanto a la pertenencia al grupo periodístico de ataque. Fue muy gracioso lo que me pasó. Cuando apoyé Fútbol para Todos y la Ley de Medios, empecé a ver de qué formé parte y me dio un poco de vergüenza. Me dije “yo estuve ahí, qué vergüenza”. Porque los veía actuar, los veía mentir. Todo esto generó el antivirus que es 6 7 8, por ejemplo, que es una creación de ellos mismos. Ellos lo engendraron con su versión sesgada de la realidad.